Amados sois en la Luz. Por la infinita misericordia del Creador Divino, en este momento que experimentáis grandes cambios en la Tierra, os he venido a hablar de los Rescatistas de Dios.
Los Rescatistas son parte de los seres de Luz que están al servicio de Dios. Han venido al mundo a vivir grandes pesares, están entre la gente como los demás y en ocasiones son calificados de “malos” y “peligrosos”, pues han estado en la cárcel o en manicomios, o en guerras, han lastimado a otros y han sido lastimados.
¿Por qué? os preguntareis. Es sencillo: para poder llegar a los que más los necesitan, para poder entrar en las cárceles, no como el carcelero, ni como el juez, ni como el familiar, sino como el preso, el que sabe lo que es la desesperación del encierro, y así poder hablar con otros presos y ayudarlos a salir de su propia cárcel interna.
O para poder entrar en los manicomios, no como el doctor, ni como la enfermera, ni como el familiar, sino como el enfermo, el que esta fuera de si día y noche, el que sabe lo que son las llagas en la piel y puede entender a los que están como él, y ayudarlos a sanar su propia enfermedad.
O para entrar en las guerras, no como el mediador, no como la mujer que huye, no como el niño que ora, sino como el soldado, que con arma en mano va destruyendo vidas y hogares, y puede entender el dolor de llevar a cuestas la sangre de un hermano, y puede ayudar a los otros soldados a poner paz en su propia guerra interna.
Ellos son los Rescatistas de Dios: por su propia voluntad bajaron a la tierra, encarnaron en una vida de sufrimiento y daño, hacia ellos mismos y hacia otros, como las que os he descrito y muchas más, y después de vivir la experiencia que eligieron, han sido capaces de trascenderla, y con su conocimiento de causa y efecto, ayudar a otros almas a liberarse, para al final regresar de nuevo a su hogar de origen, y esperar una nueva misión con alegría.
Para que podáis comprenderlo mejor, os haré una comparación con su experiencia terrestre: imaginaos que un pequeño barco está atrapado en una tremenda tormenta, que hace volcar grandes olas y sacudir con su enfurecido viento todos ser y objeto. Es de noche y nada se ve entre la lluvia torrencial.
Las personas que van en el barco están exhaustas, llevan horas tratando de mantenerse a flote y apenas pueden estar en pie. Rendidos oran, piden misericordia y se entregan a la Voluntad de Dios.
En el cielo se escucha un sonido, y al poco tiempo comprenden que es un helicóptero, del cual lentamente desciende un rescatista. Después de unos minutos llega hasta el barco, que se balancea incesante, con un gran esfuerzo logra pararse en la cubierta, ante la mirada impresionada de los tripulantes.
Sin soltar la conexión con el helicóptero, hace una valoración de los que están en el barco, ubicando con precisión a quien ayudará primero, lo prepara para subirlo, y ya que está asegurado, pide al helicóptero que los suban, cuidando que el balanceo del barco y el movimiento que les provoca el intenso viento, no los lleve hacia una de esas enormes olas.
Ya con la primera persona a salvo, vuelve a descender, para ayudar a los demás, y uno por uno, los va rescatando de la terrible situación en la que estaban, siendo necesario para esto, que él mismo se pusiera en riesgo y viviera lo que aquellos seres del barco estaban experimentando, con la diferencia de la seguridad que le da el estar sujetado al helicóptero.
Así, los seres que han decidido ayudar a otras almas, descienden a la tierra y experimentan las terribles situaciones en que viven sus hermanos, sin recordar su origen y la razón por la que están ahí, y con amor y fe, comienzan a transformar su propia realidad y la de los seres a quienes decidieron rescatar, y literalmente les ayudan a elevarse hacia el Cielo.
Al recordar la conexión irrompible que tienen con el Creador, los rescatistas son capaces de enseñar a creer en la infinita misericordia divina, que cuando es pedida desde lo profundo del corazón, desciende con toda su Fuerza, Amor y Luz, y transforma cualquier realidad, por terrible que sea, en Armonía, Salud y Paz.
Ahora que lo sabéis amados, cuidaos y no juzgueis, respetad la experiencia de cada ser. Tened compasión y ayudad en lo que su corazón les indique, ayudad, simplemente ayudad, sin juicios, sin condena, con humildad y amor ayudad a todos aquellos seres que necesitan de vosotros, siendo primeros los que están más cerca de ustedes.
Sed libres y ayudad a los demás a ser libres de todas sus cadenas, y volar hacia su Cielo, como está destinado para ustedes en el infinito Amor de Dios.
Recibid todo mi Amor.
Sant Germaín.
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